Hace unos días recordábamos la historia de una mujer a quien las autoridades alertaron para salir de su casa, pues se esperaba una crecida del río. A pesar de los esfuerzos, no lo hizo, debido a que su esposo estaba de viaje y él no le había dado permiso de salir. La Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil 2008-2009 (ENSMI), reconoció que el 77 por ciento de mujeres a nivel nacional necesitan pedir autorización a su esposo para salir de su casa, lo que las vuelve vulnerables a todo tipo de riesgo.
Estas condiciones habituales de vida de hasta 7 de cada 10 guatemaltecas se vuelven críticas en una emergencia. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) definió el lema del Día Mundial de la Población, 11 de julio, llamando a responder a las necesidades específicas de las niñas, adolescentes, mujeres y jóvenes en emergencias humanitarias.
América Latina y el Caribe tienen importantes lecciones aprendidas acerca de la situación de las mujeres, niñas, adolescentes y jóvenes durante las emergencias humanitarias: alrededor de 75 por ciento de la población en la región vive en zonas de riesgo. Entre 2013 y 2014, casi 10 mil mujeres murieron dando a luz. Una de cada tres mujeres mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia. Es así como UNFPA renueva el compromiso de contribuir para garantizar que los servicios de salud sexual y salud reproductiva, se incorporen como parte de las acciones para salvar vidas, garantizando partos limpios y seguros, abastecimiento de métodos para la planificación voluntaria de la familia y prevención de infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH. Así mismo, prevenir la violencia sexual, ya que la vulnerabilidad aumenta en situaciones de emergencia, en las comunidades y albergues habilitados. Y para apoyar en la producción de datos demográficos de calidad y desagregados, como factor clave de la preparación, respuesta y post emergencia.
El nuevo marco de asistencia humanitaria reconoce que las mujeres empoderadas y protagónicas en su vida y la vida comunitaria son transformadoras, especialmente en la gestión del riesgo y la resiliencia de las comunidades y los países. Son las mujeres empoderadas quienes pueden participar en la reconstrucción de los medios de vida, la cotidianidad y la capacidad de las comunidades y los países de sobreponerse a la emergencia. Atender las emergencias es importante, pero reducir el riesgo y atender la desigualdad es construir el desarrollo.